Sobre la cabra y el monte
La felicidad está a veces en el mismo lugar donde un día dejaste de sentirla. Pasan semanas, meses, algunos años quizá, y lo que necesitaste abandonar por extenuado, agotado, estéril es justamente el lugar a donde quieres regresar con tu azadón, tu sombrero de paja y tu botijo para seguir cavando.
El milagro del barbecho ha funcionado así con El cuadernillo verde. Hace un año era una parcela yerma, un campito que resultaba pequeño y sin color, como si hubiese perdido la clorofila. Tras candarlo con cierto pesar y mucho alivio, busqué nuevos terrenos, con promesas de cultivos extensivos y más rentables, pero con el tiempo he tenido que reconocer que yo soy labriega y no terrateniente, minifundista sin duda, y que mis frutos, como los de tanta gente de mi tierra, alimentan solo una economía de subsistencia.
Así que he vuelto a mi viejo cuadernillo, hoy reverdecido y donde solo se puede ser lo que se es, y he decidido volver a teclear, para mi mejor sustento, mis historietas sencillas e imperfectas como patatas.
Y, en esta feliz claudicación, recuerdo -el Cielo sabrá por qué- lo que un día le dijo su padre, mecánico de profesión, al protagonista de En lugar seguro, de Wallace Stegner: «Haz lo que te guste hacer. Probablemente resultará que eso es lo que mejor haces».
O, en cualquier caso, añado yo, lo que te hará más feliz.
Benvida. E alegría para nós,
Qué estupendo ha quedado en su nueva versión. Felicidades… Esperamos leerte como siempre….
Besos
Ya sabía yo que no te iba a pasar desaparecibida la nueva estética 😛
Grazas. Bico!