Puntería y corsés
Antes los carretes de fotos eran preciosos como tambores de revólver y había que apuntar igual de bien antes de disparar, fuesen fotos o balas. Doce, veinticuatro o quizá treinta y seis eran los cartuchos que podía gastar quien aspiraba a atrapar la luz de un momento irrepetible, y la economía de recursos parecía pedir a gritos talento.
El tiempo multiplicó hasta el infinito las balas de los fotógrafos y ahora no hace falta pensárselo para apretar el gatillo: se dispara a todo lo que se mueve. Quien tenga buena puntería seguirá sacando grandes fotos, pero ¿cuántos de los que, como yo, acumulan cientos en su tarjeta de memoria o en su móvil, salvarían doce para revelarlas en papel? ¿Quién tiene doce tan buenas como las buenas que antes llenaban un carrete?
Y quien dice fotos dice cualquier otra creación, como tan bien explica T.S. Eliot, citado por Robert McKee en El guión:
La imaginación, cuando se ve forzada a trabajar dentro de un marco estricto, debe realizar el mayor de los esfuerzos, lo que le llevará a producir sus mejores ideas. Cuando se le ofrece libertad total, probablemente su trabajo resulte deslavazado.
T. S. Eliot lo dijo en 40 palabras. Yo lo he intentado con 157. Ejemmm…